martes, 16 de octubre de 2012
CHESTERTON, Gilbert Keith
Contemplando libros medievales y sus miniaturas ornamentales, reflexionaba Chesterton acerca de cómo el arte medieval posee «cierta cualidad que es propia de los sentimientos humanos a la vez más sencillos y profundos. Platón sostenía, al igual que todos los niños, lo siguiente: lo más importante de un barco, por ejemplo, es ser un barco.
Del mismo modo, todas esas obras fueron concebidas para expresar las cosas en su esencia. Si aquellos viejos artistas dibujaban un barco, todo lo sacrificaban en aras de representar la “barquedad” del barco. (…)
Su mano se equivocaba a veces en la apariencia de las cosas; pero su inteligencia jamás se engañaba en cuando a lo que las cosas son.
Sus obras son infantiles en el sentido más estricto y elogioso de la palabra. Y son infantiles en la misma medida en que son platónicas.
Cuando somos jóvenes, vigorosos y humanos, creemos en las cosas; es sólo cuando somos viejos y estamos agotados cuando empezamos a creer en la apariencia de las cosas.
Ver algo sólo en su apariencia supone estar lisiado, incompleto. Un hombre entero y sano es capaz de comprender una cosa llamada barco; puede comprenderla al mismo tiempo desde todas las perspectivas y con todos sus sentidos. Uno de sus sentidos le dice que el barco es alto o blanco; otro, que se mueve o permanece quieto; otro, que lucha contra olas amenazantes y estrepitosas; otro, que está impregnado del olor del mar.
Un sordo, sin embargo, sólo sabría que el barco se mueve al ver pasar los objetos; un ciego, por el ruido del agua arremolinada. Y alguien sordo y ciego a la vez sólo sabría que el barco está en movimiento por una vaga sensación de mareo. Esto último es lo que llamamos impresionismo, esa cosa tan característicamente moderna».
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