"Un objeto de Calder está a la par del mar, y como él es subyugante: recomenzado sin cesar, siempre nuevo. No es cuestión de echarle una mirada al pasar; hay que vivir frecuentándolo y fascinarse con él. Entonces, la imaginación goza con esas formas puras que van mudando, a la vez libres y reguladas.
Esos movimientos que sólo apuntan a gustar, a encantar nuestros ojos, tienen sin embargo un sentido profundo y, podría decirse, metafísico. Es que resulta indispensable que la movilidad llegue de alguna parte a los móviles. Tiempo atrás, Calder los alimentaba con un motor eléctrico; actualmente, los deja en medio de la naturaleza, en un jardín, cerca de una ventana abierta, los deja vibrar al viento como arpas eolias; se nutran del aire, respiran, toman prestada su vida de la vaga vida de la atmósfera.
El móvil de Calder se ondula, vacila: uno diría que se equivoca y se corrige.Esas vacilaciones, esos tanteos, esas torpezas, esas decisiones bruscas y, por sobre todo, esa maravillosa nobleza de cisne hacen de los móviles de Calder seres extraños, a medio camino entre le materia y la vida.
A veces sus desplazamientos parecen tener una meta, a veces parecen haber perdido su idea en plena marcha y errar en balanceos tontos. Esos móviles que ni están del todo vivos ni son del todo mecánicos, que desconciertan a cada instante y que sin embargo vuelven a su posición inicial parecen plantas acuáticas que devuelve la corriente...
Calder no quiso imitar nada porque no quiso nada que no fuera crear escalas y acordes de movimientos desconocidos, son a la vez invenciones líricas, combinaciones técnicas, casi matemáticas y símbolo visible de la Naturaleza que derrocha el polen y produce bruscamente el vuelo de mil mariposas y de la que uno nunca sabe si es el encadenamiento ciego de causas y efectos o el desarrollo tímido, continuamente retrasado, desordenado, obstaculizado, de una Idea."
Situations, III; lendemains de guerre. Sartre
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