Caspar David Friedrich pintó en torno a 1820 el óleo Acantilados blancos en Rügen, obra maestra del romanticismo alemán que representa los Königsstuhl, acantilados cretácicos sobre el mar Báltico. Friedrich no pintaba del natural, se servía de una serie de apuntes que tomaba en el lugar, para después en su estudio " sacar a la luz del día lo que había visto en la oscuridad, en una obra de arte que actuara en los otros de fuera a dentro".
Hoy en día apenas queda nada de los Wissower Klinken, debido a un derrumbe provocado por causas naturales en el año 2005, la imagen que ahora perdura de estos impresionantes crestones es la que recreó Friedrich en la soledad de su estudio.
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