" La energía es eterno deleite; y desde los tiempos más remotos, los seres humanos han tratado de aprisionarla en algún tipo de jeroglífico duradero. Es, quizá, el primero de todos los temas del arte, pero las asombrosas representaciones de la energía en la pintura prehistórica están relacionadas todas con animales. No hay hombres en las paredes de Altamira, y apenas unos cuantos títeres miserables en Lascaux; incluso en obras tan evolucionadas como las copas de Vaphio, los hombres son insignificantes comparados con los formidables toros.
Estos artistas primitivos consideraron el cuerpo humano, ese rábano bifurcado, esa estrella de mar indefensa, un vehículo pobre para la expresión de la energía, en comparación con el toro de músculos pronunciados y los antílopes aerodinámicos.
Una vez más fueron los griegos, con su idealización del hombre, quienes convirtieron el cuerpo humano en encarnación de la energía, para nosotros la más satisfactoria de todas, pues aunque no pueda alcanzar jamás la espontánea fluidez física del animal, sus movimientos nos afectan más íntimamente.
A través del arte podemos revivirlos en nuestros propios cuerpos, y alcanzar de este modo esa vitalidad exaltada que todos los pensadores del arte, desde Goethe a Berenson, han reconocido como una de las principales fuentes de placer estético."
La energía. Kenneth Clark
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